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El Espeluco de las Aguas

En el sitio donde hoy día es la plaza de La Pola, la capilla de Las Aguas

lucía su espadaña ai­rosa, y dentro la Santa Virgen, de esos lugares

patrona, recibía perennemente de devotos sus plegarias,

ofrecimientos, peticiones y limos­nas. Y todas las buenas gentes que

allí llegaban.

En el extremo más bajo de la calleja tortuosa había una alegre casita

llena de flores y aromas, donde habitaba una joven extremadamente

her­mosa. sus ojos como dos túneles profundizaban la sombra; su tez

de raso fingía duraznos de California; granizo y grana fundidos eran su

incitan­te boca, los cabellos de la joven eran, al decir de crónicas, una

octava maravilla de esas épocas remotas, fueron, sin duda, hora la

admiración de los unos y la envidia de las otras...

La muchacha recibía parabién a todas horas por su gracia, su

hermosura y su cabellera blonda, tenía de admiradores una renovada

tropa; y a fuerza de oírse llamar en todo momento hermosa y de

escuchar por doquiera elogios a su persona, se convirtió en intratable y

atrozmente vanidosa y embebida ante el espejo solía pasarse las

horas. Un día de su cumpleaños, Después de charlas amenas sobre

ecos de la pa­rroquia, aventuras del virrey y cuentos de novios, alguno

de los presentes, con admiración recón­dita, por costumbre inveterada

hizo alusión a la blonda cabellera de la joven con palabras de lisonja.

Entonces la señorita, Para que la oyeran todas, henchida de vanidad,

dijo mirando a las otras, mientras se alzaba el cabello con las dos

manos marmóreas: No lo tiene más hermoso la Virgen de la

parroquia….

Fue decir esto y un trueno repercutió con voz sorda, se oscureció el

firmamento, se llenó la casa toda de olor a azufre quemado y la joven

vanidosa vio trocarse sus cabellos en haces de serpientes hoscas que,

cual surtidor viviente, se apretujaban hediondas… Apareció el Diablo

entonces, con largos cuernos y cola... y aprisionando a la hermosa se la

llevó por los aires a la región de las sombras.

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